La fealdad es también una experiencia peculiar que vive el sujeto ante un objeto artístico, es justamente la experiencia contraria a la que se vive con la belleza, pero finalmente también es una experiencia que se sale de lo cotidiano. Esta categoría no es reconocida como tal en la Grecia clásica, la belleza es la categoría más significativa cuando se aborda la problemática de la estética.
Los griegos asociaban bello con bueno y también feo con malo, los personajes de las tragedias si eran buenos eran bellos y si eran malos eran feos. Suele asociarse a la fealdad con lo negativo, pero los estetas como Sánchez Vázquez afirman que lo feo tiene una dimensión estética y que no se identifica con valores negativos. Calificar de feo un ser real (un sapo) no significa negarlo estéticamente. Lo feo se da en un objeto que por su forma es percibido estéticamente. A la categoría de lo feo también le sobreviene el tiempo y sus cambios, así que no siempre lo que se ha considerado feo en una época sobrevive como tal en otras. Lo feo no es sinónimo de noestético, lo feo se da en la esfera de lo sensible. En la naturaleza existen objetos que por su condición se perciben como feos, como un árbol carcomido, una fruta podrida, un gusano etc. Pero no sólo hallamos fealdad en la naturaleza en sí, sino también en los objetos que son producidos por el hombre. ¿Cabe admitir la fealdad como categoría estética?, ¿hasta qué punto la fealdad es admisible en una historia de la estética que sólo ha considerado a lo bello como estético?
En la concepción griega sería inadmisible, en la edad media la belleza es el más alto atributo divino y la fealdad únicamente es posible en la vida terrenal, de hecho lo feo nos recuerda nuestra naturaleza precaria, transitoria y humana. Lo feo existe en la vida real y se representa artísticamente; el pecado, la enfermedad y la muerte que son temas de la fealdad. La verdadera
belleza está en Dios. Contrariamente el artista del renacimiento no le encuentra lugar a lo que carece de orden, proporción y armonía. La búsqueda de la belleza anula a la fealdad en el plano tanto creativo como racional. En los tiempos modernos se dan algunos intentos de abrirle paso a la fealdad en el arte, como lo hicieron Lessing y Kant. En el siglo XVII la fealdad toma un sitio importante en los tres grandes pintores: Velásquez, Rembrandt y Ribera. Así entran cuadros de bufones, monstruos, mendigos, o los idiotas o borrachos de Velásquez; el buey desollado o la caza colgada de Rembrandt, o los santos martirizados, los viejos decrépitos o la monstruosa mujer barbada de Ribera.
Lo feo se expresa en estas pinturas y muestra cierta relación del hombre con el mundo, relación tensa, desgarrada que no se puede plasmar con la armonía que manifiesta lo bello. Goya continúa plasmando la fealdad hasta influir en el arte contemporáneo. Y en la literatura también se abre paso a lo feo en el siglo XIX, con el jorobado de Nuestra Señora, de Víctor Hugo, entre otros.
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